Mátalos suavemente, de George V Higgins
El halcón maltés (Dashiell Hammett) y La jungla de asfalto (W. R. Burnett) son ejemplos de cómo un puñado de buscavidas son una base magnífica para una excelente novela negra. Pasaron veinte años entre una y otra, y transcurrieron otros tantos hasta que irrumpió George V Higgins. El ex abogado y periodista sorprendió con su elogiadísimo debut, Los amigos de Eddie Coyle (1970). Y cuatro años más tarde llegó Mátalos suavemente (1974), donde vemos un sistema autogestionario de la delincuencia.
Higgins dijo que no creía que sus novelas fuesen sobre crímenes, «escribo sobre la gente, y una parte de ella tiende a violar la ley». También se puede aplicar sin matices la teoría de Dennis Lehane: la diferencia entre el noir y Shakespeare es desde dónde caen los héroes. «Un rey cae desde lo más alto. En el género negro el héroe cae desde el bordillo. No es una gran caída, pero es igual de dolorosa». Es lo que suele pasar cuando unos pringados del sector intentan dar un golpe en una timba protegida por la mafia local. Y más cuando el cabecilla es un apostador pésimo que se las da de astuto cazador de oportunidades.
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